Diagrama de temas

  • General

    La familia y la Escuela

    Tradicionalmente se han disociado las capacidades formadoras de la familia y la escuela, generando así una división artificial en cuanto a qué le corresponde a cada uno de estos sistemas. Se ha atribuido en exclusividad a las familias el rol de satisfacer las necesidades biológicas, afectivas y de formación valórica. A la escuela, en cambio, se le ha considerado una institución destinada a la satisfacción de necesidades intelectuales y académicas (Arancibia, Herrera, Strasser, 1999). De aceptarse a ciegas esta “división de roles”, se niega a las familias la posibilidad de aportar y ser agentes en la educación académica e intelectual de sus hijos, y a las escuelas el enorme potencial formador y socializador que poseen. Además, al creer que constituyen espacios independientes y aislados, emergen culpas, temores y desvalorizaciones cruzadas al evaluar los niveles de desarrollo alcanzados, lo que va directamente en contra de la educación de los alumnos. Es necesario asumir que ambos sistemas tienen un impacto directo y potente en el logro de todas las dimensiones de la formación integral. Las familias sí influyen en el logro de mejores resultados académicos y las escuelas tienen una responsabilidad importantísima en la adquisición y despliegue de habilidades sociales, valores y formas de convivencia sana, entre otras áreas de las dimensiones socio afectiva y ética.

    El objetivo del curso es brindar a los padres, apoderados y/o cuidadores, diversas estrategias para entender, apoyar, comprender y dar respuesta a los cambios propios del proceso de desarrollo por el cual están pasando sus hijos, tanto en el ámbito emocional, afectivo, académico, como social.


  • Tema 1

    TEMA 1: Alianza familia-escuela.

    Tanto la familia como la escuela tienen expectativas respecto al rol que cada una debe cumplir en
    el proceso formativo de los niños, niñas y adolescentes. Probablemente la familia espera que la escuela cumpla a cabalidad con su propósito de desarrollar aprendizajes y, además, sea un apoyo efectivo en el proceso escolar. En ambos casos, cumplir con las expectativas requiere de un trabajo que permita ir construyendo acuerdos, generando alianzas y definiendo en conjunto los caminos posibles para apoyar de manera efectiva el desarrollo integral de los y las estudiantes.
    El sentido de esta alianza se basa en la convicción de que cuando la escuela o la familia tienen una
    participación difusa o poco efectiva, son los niños, niñas y adolescentes los que se ven afectados en su proceso de desarrollo y aprendizaje. Al mismo tiempo, las escuelas que han logrado integrar a las familias obtienen mejores resultados, tanto en lo referido al rendimiento académico de los estudiantes y su actitud hacia el aprendizaje, como en términos de su desarrollo integral.
    En este contexto, la relación familia-escuela va más allá de la necesidad formal de que los padres participen nominalmente en algunos aspectos de la vida escolar. Más bien se refiere a un proceso en el cual ambas instituciones, familia y escuela, van co-construyendo criterios efectivos para apoyar los procesos de los niños, niñas y adolescentes, y en ese camino van reconociendo la necesidad que ambos tienen de contar con el otro de manera efectiva y sin desconocer la especificidad que tiene el rol de cada uno en este proceso.

    educación

    Por otra parte, esta alianza conlleva implícitamente reconocer que ni la escuela ni la familia tienen respuestas correctas respecto a cómo enfrentar el proceso formativo de los estudiantes. Sin duda, ambas tienen aproximaciones, en algunos casos más o menos exactas, de cuáles son los métodos más efectivos o los mínimos que deben existir para generar condiciones propicias para el aprendizaje y el desarrollo. No obstante, tanto la familia como la escuela probablemente se equivocarán más de una vez en este camino, y requerirán analizar los criterios y procedimientos que utilizan para, a partir de ellos construir otros que se ajusten más y mejor a lo que los niños, niñas y adolescentes necesitan. La alianza también tiene el sentido de que, en ese proceso de búsqueda, familia y escuela avancen en conjunto, sin perder de vista el rol que cada una tiene en la formación de los estudiantes.
    En el día a día no siempre es fácil de construir el vínculo familiar-escuela. Existen dificultades y
    prejuicios tanto en los padres como en los docentes, una cierta tendencia de ambas partes a creer que siempre tienen la razón, así como prácticas poco acogedoras que hacen que esta relación sea un tema a veces omitido o problemático. No obstante, parte del desafío de generar alianzas pasa también por ir definiendo formas de vincularse que hagan posible avanzar superando los desencuentros: hay que entender que no necesariamente significa que siempre se estará de acuerdo, sino más bien ir construyendo compromisos para desarrollar una relación que es complementaria y tiene como propósito mejorar las condiciones en las cuales los niños, niñas y adolescentes crecen, aprenden y se desarrollan.

    La relación con la familia

    Decir que la alianza entre familia y escuela es un desafío institucional es un tanto obvio, pero en la cotidianeidad de la vida escolar ello no parece ser tan cierto. Sin duda, los profesores jefes tienen un protagonismo evidente en la relación con las familias, son los interlocutores más recurrentes y también los referentes más directos en términos del desempeño académico y social de los estudiantes, lo que puede generar la percepción de que la responsabilidad de la relación recae fuertemente sobre ellos y, en esa ecuación, en ocasiones su rol se desarrolla en cierta soledad, alejados de referentes institucionales.

    padres

    Esto requiere generar espacios sistemáticos e institucionalizados que permitan contener el desarrollo de estrategias compartidas para vincularse con las familias. La idea es involucrar a los que están más lejanos y estimular mayor participación de aquellos que están más cerca.

    Sentido del manual de convivencia escolar.



    manual

    Este manual tiene como propósito poner a disposición de las escuelas, y particularmente de los profesores jefes, un conjunto de orientaciones y sugerencias para tratar algunas de las temáticas más demandadas por los padres y apoderados. A la vez, éstas son de relevancia para la escuela en el desarrollo formativo de los y las estudiantes. El texto no busca necesariamente normar unaúnica forma de manejar estos temas, sino reflejar desde el enfoque de las políticas nacionales y de la Convención sobre los Derechos del Niño una posibilidad de acercamiento a asuntos que se consideran necesarios de enfrentar para la construcción de una relación efectiva entre la familia y la escuela. Asimismo, las orientaciones tanto generales como específicas que aquí se desarrollan, no tienen un carácter rígido, sino más bien buscan delinear un camino posible de abordaje, análisis y evaluación del trabajo que se desarrolle con los padres y apoderados.




  • Tema 2

    TEMA 2: El maltrato infantil en el ámbito familiar

    A partir de un estudio realizado por la organización no gubernamental BECA, por encargo de UNICEF, hemos podido acceder a datos significativos que nos indican que en Paraguay 6 de cada 10 niños y niñas sufren violencia en sus hogares por parte de sus madres y padres, como forma de educación. Otro aspecto relevante es que de estos seis, tres dicen recibir violencia física severa o grave; es decir, golpes con objetos, patadas, que maduras y asfixia, a modo de ejemplo. Esta información da cuenta de que se trata de una práctica extendida culturalmente y por tanto ampliamente aceptada

    ¿Qué es el maltrato infantil?

    El maltrato infantil es toda acción u omisión con la intención de hacer un daño inmediato a la persona agredida. El maltrato puede ser: físico, emocional, psicológico,sexual, por negligencia o abandono. Estas formas de maltrato producen lesiones físicas y emocionales indelebles, muerte o cualquier daño severo.
    Las víctimas del maltrato infantil y el abandono son aquel segmento de la población conformado por niños, niñas y adolescentes hasta los 18 años, que sufren ocasional o habitualmente actos de violencia física, sexual o emocional, sea en el grupo familiar o en las instituciones sociales.
    Cuando se hace referencia al maltrato infantil en el ámbito familiar, se está indicando que quienes infringen violencia contra los niños, niñas y adolescentes son sus familiares en primer grado, es decir sus padres, madres, abuelos/as, hermanos/as y tíos/as, principalmente.

    ¿Qué es una agresión física?


    El castigo corporal es el castigo en el que se utiliza la fuerza física y que tiene por
    objeto causar cierto grado de dolor o malestar, aunque sea leve. El castigo corporal tiene la intención de corregir, disciplinar o castigar el comportamiento de un niño o niña e implica el empleo de la fuerza física. El castigo corporal es siempre degradante.
    La observación general del Comité de Derechos del Niño deja claro que éste no
    rechaza el concepto positivo de disciplina y reconoce que la crianza y cuidado de los niños y niñas, especialmente de los bebés y niños pequeños, exige intervención para protegerlos. El Comité indica que esto es muy diferente al uso deliberado y punitivo de la fuerza para causar algún grado de dolor, incomodidad o humillación.

    castigo corporal

    ¿Por qué no se debe pegar?

    En siglos anteriores golpear a las mujeres, a los esclavos, a los alumnos y a los niños, niñas y adolescentes era algo comúnmente practicado y aceptado. En los últimos tiempos, venimos observando y participando de una revolución en materia de conquistas de derechos humanos; sin embargo, el castigo corporal hacia los niños, niñas y adolescentes aún está socialmente justificado como forma de disciplina y pocos países cuentan con un marco legal que lo prohíba.
    Ciertos Estados han tratado de hacer una distinción entre la corrección delos niños y la violencia excesiva. En la realidad, la línea divisoria entre ambas situaciones es artificial. Es muy fácil pasar de un estado a otro. También es una cuestión de principio. Si no es permisible golpear a un adulto, ¿por qué debe permitirse golpear a un niño, niña o adolescente? Todavía necesitamos hacer más visible que el castigo físico y las humillaciones, aún cuando sean con la intención de educar, son una forma de maltrato y una violación a los derechos humanos.


    ¿Qué le pasa al niño cuando recibe castigos físicos?

    Los niños, niñas y adolescentes al recibir castigos físicos experimentan la
    emoción de temor llevada al grado máximo, es decir terror. Esto ocurre minutos o segundos antes de recibir el golpe. Los niños y niñas anticipan lo que va a acontecer. Con esta experiencia el niño, niña o adolescente desarrolla, para sobreponerse, mecanismos de adaptación a la violencia como la obediencia extrema o comportamientos violentos. En cualquiera de los dos casos, se ubican en algún lugar del círculo de la violencia: víctima o agresor. Estas experiencias trascienden el mundo familiar, ampliándose a la escuela y la comunidad.
    En la historia universal, sabemos de niños y niñas que han sido expuestos a violencias extremas y han podido recuperarse a través del factor de resiliencia.

    Para promover la resiliencia es importante partir del reconocimiento de los efectos traumáticos de la violencia y promover vínculos afectivos reparadores en la vida de las personas.

    ¿ Cómo marca el maltrato la vida de los niños?


    Las consecuencias físicas, psicológicas y sociales más frecuentes del castigo
    físico y las humillaciones verbales en los hijos e hijas son:

    •Trastornos en la identidad:
    Los niños, niñas y adolescentes golpeados pueden tener una mala imagen de sí mismos. Pueden creer que son malos y por eso sus padres los castigan físicamente. A veces, como modo de defenderse, los niños y niñas desarrollan la creencia de que son fuertes y todopoderosos, capaces de vencer a sus padres y otros adultos.

    •Baja autoestima:
    Los niños, niñas y adolescentes a menudo pueden experimentar sentimientos de inferioridad e incapacidad. También pueden mostrarcomportamientos tímidos y miedosos o, por el contrario, mostrarse hiperactivos buscando llamar la atención de los demás.

    •Sentimientos de soledad y abandono:
    Los niños, niñas y adolescentes pueden sentirse aislados y poco queridos.

    •Ansiedad, angustia, depresión:
    Los niños, niñas y adolescentes pueden experimentar
    miedo y ansiedad desencadenados por la presencia de un adulto
    que se muestre agresivo o autoritario. Algunos niños, niñas y adolescentes desarrollan lentamente sentimientos de angustia, depresión y comportamientos autodestructivos como automutilación.

    •Síntomas de Síndrome de Estrés Postraumático

    Los niños, niñas y adolescentes que han sufrido violencia grave, pueden experimentar sentimientos de que el evento violento está sucediendo nuevamente, tener dificultades para dormir, pesadillas, explosiones de ira, sentimientos de preocupación, culpa o tristeza, pérdida de interés por las diversiones, incapacidad para recordar la secuencia del hecho, dificultades para respirar y/o sudoración cada vez que recuerden lo sucedido.

    •Alteraciones en el proceso de aprendizaje:
    Los niños, niñas y adolescentes pueden padecer alteraciones en factores que inciden en el aprendizaje como la motivación, la atención, la concentración y la memoria.

    •Exclusión del diálogo y la reflexión:
    La violencia bloquea y dificulta la capacidad para encontrar modos alternativos de resolver conflictos de forma pacífica y dialogada.

    •Generación de más violencia:
    Los niños, niñas y adolescentes pueden aprender que la violencia es un modelo adecuado para resolver los problemas.

    •Sufrir daños físicos incluso la muerte:
    Los bebés y los lactantes tienen menos posibilidades de defenderse frente a este riesgo vital.

    ¿Cómo educar a los hijos sin violencia?


    Para que la autoridad de madres y padres sea vivida y comprendida por los hijos e hijas como algo positivo -que no representa los modelos represores o autoritarios, ésta tiene que plantearse en vínculos que promuevan el apego emocional. Cuando esto ocurre, se produce un alejamiento de prácticas violentas ya que las madres y padres encuentran maneras de manejar sus emociones, reconocer y expresar su rabia, regular su agresividad y principalmente encontrar palabras.A menudo las personas adultas golpean a sus hijos e hijas porque no tienen un lenguaje adecuado para hablarles.
    La convivencia familiar registra circunstancias tales como la hora de dormir, bañarse, las comidas, las tareas escolares, entre otras, donde aumenta la tensión cuando las cosas no suceden como la madre o el padre espera. A menudo, esta tensión tiene la siguiente secuencia: hablar-convencer-discutir-gritar-pegar.
    Al llegar al último recurso de esta secuencia, la madre o el padre está en un clima emocional de desborde y violencia: todo parece ser una batalla.
  • Tema 3

    TEMA 3: Normas y límites

    La paternidad y maternidad se
    desarrolla a través de múltiples dimensiones a lo largo de la vida. Se es papá y mamá cuando se cuida y quiere a los hijos, cuando nos preocupamos de su salud y alimentación, cuando nos reímos y lo pasamos bien juntos, cuando compartimos las penas y también cuando se les enseña lo que pueden o no hacer. Entre todas estas dimensiones, una de las tareas que por lo general se hace más difícil a los padres es la disciplina, es decir, establecer normas y límites claros, y definir consecuencias o sanciones justas y educativas si esos límites son trasgredidos. Algunos padres piensan que poner límites a sus hijos es lo mismo que reprimir la libre expresión de los niños como seres humanos, por lo tanto noponen ningún tipo de límite.
    En el otro
    extremo, hay padres que establecen límites rígidos y los hacen cumplir en forma severa y autoritaria.
    Estas distintas formas de ejercer la
    disciplina tiene parte de su explicación en la propia experiencia de los adultos con sus padres. Cuando la evaluación es negativa, lo que se intenta es las cosas diferentes con los propios hijos, mientras que si la evaluación de los padres es positiva, se tiende a imitar ese modelo. Sin embargo, esto provoca que algunos se vayan de un extremo a otro en materia de límites: si sus padres fueron muy estrictos, por ejemplo, entonces a sus propios hijos casi no les ponen normas, y cuando las ponen tienden a ser demasiado flexibles en su cumplimiento.
    Como ningún extremo es bueno, ni existe un libro de recetas o fórmulas establecidas para ejercer espléndidamente el bello oficio de educar, lo recomendable es mantener una actitud reflexiva, conversar estos temas y evaluar en el camino cómo lo está haciendo cada uno y qué aspectos cree que puede mejorar.
    Para trabajar este tema hay algunas distinciones que pueden ser útiles para motivar a la reflexión constructiva de padres y madres que se preguntan constantemente cómo dar lo mejor a sus hijos.

    ¿Es importante poner límites a los niños?

    Sin duda esta es la primera pregunta que se debe responder para iniciar una conversación en el tema relativo al cómo educar, y su respuesta es un rotundo sí. Sabemos que todo niño necesita sentirse seguro en el mundo, necesita, por decirlo así, una espacio conocido a través del cual moverse, una certeza mínima de seguridad y orden. Cuando nacen, los niños requieren que los padres los muden y los acuesten, les den de comer cuando tienen hambre, etc. A medida que van creciendo, los niños necesitan que los padres le enseñen que el fuego es peligroso porque quema, o que los enchufes de electricidad no pueden tocarse porque electrocutan. Estas sutiles y comunes instrucciones permiten que los niños, que no saben lo que hace daño, comiencen a dibujarse lentamente un mapa que los guía en el mundo, mapa que se va agrandando y haciendo cada vez más complejo a medida que van creciendo. Con el tiempo, los niños van internalizando este mapa, lo que significa que poco a poco aprenden a ponerse límites a sí mismos y no necesitan de una adulto que repita siempre la misma instrucción. A esto se llama el autocontrol o autodisciplina, la que se construye en este proceso entre el adulto que enseña y el niño que recibe y aplica este aprendizaje.
    Cuando un niño no recibe en forma cariñosa la información de los adultos cercanos sobre lo que no debe hacer, tendrá más dificultad para ciertas normas y formar su autocontrol. En este sentido, más que reflexionar si es o no necesario poner límites a los niños, lo que debiera ponerse en cuestión escómo se hace.
    El sistema de normas que se establece de manera sistemática a los hijos es lo que entendemos por disciplina. La disciplina en una familia es algo de lo que los padres son responsables, de ellos se espera que establezcan las normas, límites y las hagan cumplir. No es una tarea de los niños.
    La disciplina es diferente en cada familia: algunos padres aplican normas y sanciones de modo más bien autoritario y otros prácticamente no ponen límites. Entre ambos extremos existe una gama amplia de criterios y conductas sobre los cuales vamos a reflexionar en este módulo. Durante la primera etapa de la vida de un niño, los padres definen sus horarios de comida, de sueño, de recreación, entre otros. Van formando así ciertos hábitos, que podríamos decir son normas o límites que los padres ejercen sin explicar al niño por qué lo hacen. A medida que el niño crece las normas que se establecen sin una explicación no tienen sentido para quien las recibe, y se va haciendo más necesario explicar su motivo. Explicar el motivo de la norma no significa negociar con el niño si la norma es justa o injusta, buena o mala, eso es tema para más adelante. En la etapa preescolar y escolar, basta una simple explicación para que el niño sepa por qué debe dormirse temprano, comer a cierta hora, no tocar los enchufes, etc.Un niño de cinco años, por ejemplo, no puede elegir a qué hora se acuesta o si va o no al colegio; son los adultos quienes tienen que tomar esas decisiones por ellos.
    Para un niño las normas y los límites tienen la función de armarle su entorno.
    Pensemos en un deportista que es puesto en una cancha. Si la cancha está rayada de cierta manera, sabe que el partido es de fútbol, si está rayada de otra manera, sabe que es tenis. Según ese rayado de cancha es como el jugador se va a comportar: si es fútbol, sabrá que se juega con los pies, que no puede tocar la pelota con la mano, etc.
    Así como para un jugador en una cancha es importante saber si debe jugar tenis, fútbol o básquetbol, un niño necesita el rayado de cancha de sus padres para saber moverse dentro de ella. Un niño sin estas reglas estará tan desorientado y angustiado como un jugador en una cancha sin rayas. Para el niño adaptarse a reglas conocidas y comprendidas es un medio de ayuda para sentirse contenido, y caminar a paso seguro. Sin embargo, a medida que los hijos crecen, comprender el por qué de las reglas va siendo cada vez más importante. Esto le ayuda al niño a internalizar esa norma y a obedecerla con mayor grado de conciencia, incluso cuando el adulto no está presente, porque entiende que es bueno para él o para otros. Poco a poco niños y niñas pueden hacerse responsables de sí mismos y de sus acciones a través de este proceso.

    ¿Cómo definir límites a los hijos?

    Revisamos ya la importancia de las normas y los límites en el proceso educativo de los hijos. El desafío es ahora saber cómo y cuándo expresamos las normas, y cuáles son las normas que queremos aplicar. Una de las certezas que se tiene en la educación de los hijos, es justamente la de saber que las normas deben ser comunicadas de una manera muy clara y precisa. Deben ser normas consistentes y consensuadas entre los padres. Asimismo, los niños necesitan saber que si hacen X sus padres van a responder con Y en forma sistemática. Por ejemplo, si un niño recibe lo que quiere cada vez que hace pataleta, aprenderá a conseguir su objetivo repitiendo las pataletas.
    Se sabe también que las reglas expresadas de manera confusa, las normas contradictorias, aquellas que no son del todo comprendidas por los niños, se prestan para dobles interpretaciones y pueden provocar trastornos afectivos posteriores. Normas confusas generan niños confusos e inseguros. Una regla confusa es aquella en que al niño no le queda claro qué es lo que tiene o no tiene que hacer. Por ejemplo: si se le dice que puede ver tele después de comer pero un ratito y a veces sí y a veces no, finalmente el niño no sabe qué es un ratito, o por qué a veces sí y a veces no, se confunde e inseguriza, no sabiendo cómo debe actuar.
    También es importante tener en cuenta que no es bueno que existan muchas reglas o normas en la casa.
    El exceso de reglas genera niños pasivos o muy inseguros. Es mejor tener una cantidad moderada de normas que sean claras y se hagan cumplir siempre.
    Cuando la norma es clara, el niño tiene una referencia estable de cómo moverse en el mundo. Gracias a la norma el niño puede ordenar su conducta y saber a qué atenerse. Por eso, es sumamente necesario hacer explícitos los límites con los niños desde que son pequeños. Suele ocurrir que muchos padres no
    han instaurado un sistema de normas cuando los hijos son chicos, y al llegar la adolescencia se sienten sobrepasados y no saben cómo manejar o regular las conductas de sus hijos. Frente a éstos, intentan improvisar la existencia de normas o reglas sin lograr resultados efectivos.

  • Tema actual

    Tema 4

    • Tema 5

      • Tema 6

        • Tema 7

          • Tema 8

            • Tema 9

              • Tema 10