INTRODUCCION

Hace ya 40 años, Gerardo Reichel-Dolmatoff (1945: 429-430) señalaba la importancia del estudio de la cerámica embera actual "pues toda la técnica parece muy antigua", por lo cual podría arrojar luces sobre una gran parte de la alfarería precolombina.
Señalaba que se trata de la misma técnica que aparece muy generalizada en la Colombia Interandina y añadía, para terminar, que la forma de ruptura de sus vasijas es muy similar a la de las urnas funerarias del río Magdalena, partiéndose sobre todo por la periferia máxima y en la parte superior.

Cabe también señalar que los embera constituyen una de las pocas sociedades indígenas colombianas que producen todavía la cerámica que utilizan en su vida diaria.
De ahí que sea válido prestar interés a esta alfarería que, a simple vista y medida con los criterios de la producción moderna, aparece como bastante tosca, simple y relativamente pobre en decoración.

Conviviendo con los embera es fácil percibir que esta forma de producción está en camino de desaparecer, en algunos lugares en forma acelerada, dándose en tanto un empobrecimiento no sólo cuantitativo (cantidad de vasijas) sino también formal y decorativo. Es claro cómo este hecho comienza a causar, igualmente, una pérdida del lugar ocupado por los objetos de barro dentro del pensamiento embera y de la significación de los mismos en la vida de la gente.

Sin embargo, ello no impide que se los encuentre casi en cada casa del Garrapatas y en muchas de las del Chamí. Ni que, pasada la inicial reacción de hilaridad que les causa el interés de un blanco por estos objetos despreciados por los colonos de la región, los embera estén muy gustosos de hablar sobre ellos, de discutir sus características y condiciones, de explayarse sobre las excelencias de los cantaritos de Antigua, de sacar los suyos del lugar en donde se guardan y mostrarlos con gusto.

Tampoco es obstáculo para que, después de haber visto muchos, de tenerlos entre sus manos luego de aprender a alzarlos, de tocarlos, medirlos y fotografiarlos, de comparar unos con otros, de hablar largo sobre ellos, de sorprender alguno oculto en el rincón de una casa en donde se ha dicho que no hay, de contemplar el rostro de placer de una alfarera que los fabrica y el gesto de orgullo con que afirma "ya está listo", de sentir un vuelco en el corazón cuando ha estado a punto de romper uno muy querido por su dueña, el investigador llegue a apreciar su belleza, a entusiasmarse con sus formas, a sentir su importancia, a quererlos como los indios.

Última modificación: jueves, 7 de junio de 2018, 07:40