QUEMADO DE LOS RECIPIENTES

Esta etapa, última en la fabricación de la alfarería, es esperada ansiosamente por los artesanos pues, en definitiva instancia, dependerá de ella el que sus productos sirvan o no.

Básicamente, la cocción apunta a dos objetivos, el endurecimiento del recipiente como resultado de un proceso de deshidratación por el cual la arcilla pierde su plasticidad, y la obtención de una cierta resistencia al fuego así como la fijación de un color que siempre debe ser rojo, (aunque se alcancen diversas tonalidadesdel mismo), por oxidación del hierro.
La vitrificación está por fuera del rango de calor que se obtiene con las hogueras abiertas de los chamí.

Normalmente, una cocción ideal debe presentar dos momentos bien definidos, uno, inicial, de un calentamiento lento y de temperatura baja que permita la deshidratación no demasiado rápida, y otro de temperatura alta y constante para completar la oxidación de los compuestos de hierro (Shepard, 1968: 86). En general, se observó que los fuegos embera se ajustan a este modelo, aunque el control de los mismos es bastante imperfecto y depende en gran medida del tipo de combustible, de su cantidad y grado de sequedad, de la dirección e intensidad del viento, del número de vasijas quemadas de una vez, y de otros factores.
En ambas zonas, Garrapatas y Chamí, el cocinado de las vasijas es básicamente similar, así que se describirá en su conjunto, como se hizo para los otros aspectos técnicos.

Se quema casi siempre en el patio de la vivienda, pedazo de terreno que la rodea y que está limpio de rastrojo y por lo regular en tierra. Pero también es posible realizarlo en el fogón dentro de la casa, sobre todo si hay posibilidades de I!uvia; este sistema es ocasional.
El combustible preferido es la guadua seca cortada en trozos de más o menos 1 metro de largo y rajada en cuatro; en las zonas periféricas del Chamí, en donde los indios viven en grupos aislados en medio de fincas de blancos (Mistrató y Pueblo Rico sobre todo), el combustible más usado es la cañabrava seca. En ambos casos no es imposible que se agregue otro tipo de leña, pero siempre en mucho menos cantidad.

Se dan variaciones en el modo de construir la hoguera, pero la norma es que los "cantaritos" (denominación castellana que los indios dan a todo tipo de recipiente cerámico) deben estar completamente cubiertos por la leña.

A veces se hace un tendido o un rectángulo de leña y sobre él se ponen las vasijas (o la, cuando es una sola), luego se recubren bien por los lados y por encima (ver foto No. 30: Hoguera de guadua para el quemado de la cerámica). Otras veces se hace el tendido sobre el cual van los recipientes y estos se recubren con una pila de madera en forma de cono (ver foto No. 31: Hoguera cónica, con el recipiente cerámico ubicado en el centro sobre una capa de ceniza y pequeños palos. Pueblo Rico, Chamí). No se tuvo noticia de que se coloque leña dentro de las vasijas; en un caso se constató la introducción de brasas ardientes en un cántaro, pero ésto ocurrió cuando ya se había agotado la leña y la alfarera consideró que estaba aún insuficientemente quemado, haciendo, entonces, otra hoguera más pequeña que la anterior.

El proceso dura más o menos una hora, desde el momento en que se enciende el fuego hasta que se agota por completo. La mayor intensidad de calor ocurre durante unos 20 minutos y se alcanza cuando toda la leña se ha encendido, unos 15 minutos después de comenzado a arder. Aquí se debe anotar que la hoguera se enciende siempre por un solo lado, aquel desde donde sopla el viento y es éste el encargado de llevar el fuego hasta alcanzar toda la madera.
En ocasiones se riega ceniza del fogón en el suelo antes de poner los leños iniciales; en otras se queman algunos trozos de madera en el suelo y sobre ellos se arma el tendido. Parece que la idea es eliminar o aislar la humedad del piso.

Se logró observar cómo algunas alfareras pintan rayas sobre las vasijas, utilizando para ello la punta de un tizón encendido que se ha traído del fogón de la vivienda; estas rayas son verticales y horizontales y marcan tanto el interior como el exterior (ver foto No. 32: Rayando la vasija con un tizón para que no se raje al quemarse. Jebanía, Garrapatas). Su propósito declarado es impedir que la vasija se raje al quemarla. No pareció que estas Iíneas formen un dibujo especial.

La familia de la ceramista participa a veces en la búsqueda, recolección y rajado de la leña, y aún en la armada y encendido de la hoguera, más frecuentemente el marido. Pero otras veces es exclusivo trabajo de aquélla. Las mujeres que producen para un mercado más grande, tienen depósitos de leña en el corredor o bajo la casa, especialmente si de caña brava se trata.

Cuando el fuego ha encendido bien y toda la leña arde, la ceramista se va a "refrescar" (bañarse) o se entra a la casa, dejando que el fuego se desarrolle solo. Cuando el calor comienza a disminuir y la leña a agotarse, viene de nuevo y, con un palo o con la mano, acerca los pedazos de madera sin quemar, con lo cual el fuego se aviva otra vez momentáneamente.

El indicador principal para establecer si la vasija ha alcanzado el punto de cocción deseado es su color; secundariamente, el sonido que produce al ser golpeada con un palo; por último, y cuando ya se ha enfriado bastante, la dureza al ser rayada con la uña o con una astilla de madera.

Si ya está lista, un palo largo sirve para hacerla rodar de la pila de brasas y cenizas hasta un lado del fuego en extinción; allá se dejará enfriar por una hora o más.
Al retirarla, aún tibia, se golpea con la uña o con un palito para escuchar su sonido, índice de calidad, se examina por posibles grietas y, con la uña, un palo o un cuchillo, se despegan los pedazos de ceniza, carbón o tierra que se han adherido a las paredes o a la base durante el quemado.
La mayor parte de las veces los recipientes quedan con grandes manchas negras de humo, ya que las condiciones del fuego, atmósfera oxidante, permiten la entrada no controlada del aire; esto unido a la leña recostada contra las paredes produce el ahumado de las mismas (ver foto No. 33: Chokochakés del río Claro, Garrapatas. El izquierdo tiene decoración antropomorfa y aretes de plata. El otro no está decorado).

El color final es casi siempre rojizo, aunque puede darse el caso de pastas muy amarillas. Ya se explicó cómo este color rojo es el ideal y se busca lograrlo, aún con arcillas que dan amarillo, mediante baños de tierra disuelta en agua. Pero como la vasija no es sumergida en el baño sino que éste es echado con un trapo y en una sola pasada, el enrojecimiento no es parejo ni Ilega a todos loslugares de la vasija, así que hay zonas en las cuales se ve el color de la arcilla de base.

Curación de algunas vasijas

Los kuru y chokó, cerámicas que deberán contener Iíquidos, deben ser curadas. Esto se realiza inmediatamente han acabado de quemarse y están aún al rojo, vaciando mazamorra cruda de maíz. Dicen que ésta alcanza a hervir con sólo el calor del cántaro. Si no se raja, ya queda curado y listo para ser usado.

No se presenció este proceso en ninguna oportunidad.

Daños

Bien durante la cocción, bien en el enfriamiento, es posible que ocurran daños en los recipientes, constituidos por agrietamientos y hasta por rupturas. Se atribuyen a que la tierra se sacó en mal tiempo o a que la vasija misma se fabricó en creciente o luna llena, o a que la arcilla tenía pelos u otra materia orgánica, o a que alguien dañó la tierra, salándola.
Pero, a menos que el daño sea total y se quiebre por completo, la vasija será remendada y usada, cosa que también ocurre cuando los daños son causados por el uso y consiguiente desgaste.

Hay tres formas de "remendar" un cántaro. Si es una grieta corta y profunda, se hacen perforaciones a lado y lado de la misma y se la "cose" con alambre como colocando puntos (ver foto No. 34: Cántaro u muy deforme y de gran tamaño hallado en la quebrada Buenos Aires, afluente del río Azul, Garrapatas. La grieta más grande ha sido remendada por el sistema de "puntos" de alambre). Si hay grietas extensas y ramificadas aunque con sus bordes no muy separados, se amarra con alambre, colocando un anillo de este material cerca a la base y otro en el cuello y se unen estos anillos con un alambre tensado que va del uno al otro, en zigzag, por todo el perímetro del recipiente (ver foto No. 35: Cántaro u de La Capilla, Garrapatas; remendado con alambre en zig-zag). Si se ha desprendido un pedazo de pared, todavía es posible remediar el daño, cosiendo un parche de lámina de zinc con alambre y mediante perforaciones similares a las del sistema primero (ver foto No. 36: U pequeño de Buenos Aires, Garrapatas. Remendado con una lata unida con "puntos" de alambre).
Si el uso ha provocado el desprendimiento de un pedazo del borde, el cántaro puede seguir usándose así. Si es un u y el pedazo desprendido es aquel en el cual se apoya el brazo para revolver el maíz, simplemente se gira el cántaro y se usa con este lado hacia arriba. Daños más graves exigen su reemplazo.


Última modificación: jueves, 7 de junio de 2018, 07:40