EL AUTOMOVIL Y EL PERRO

Las exigencias de la vida moderna han planteado una nueva problemática para el amante de los animales, y más concretamente para el cinófilo. El automóvil es, hoy por hoy, una de las máquinas con más influencia en la sociedad humana y, por ende, en los mejores amigos del hombres. Muchos perros pasan más horas en el interior del automóvil de sus amos que corriendo o jugando al aire libre, y, por otra parte, el desconocimiento instintivo de las vías de circulación hace que cada vez sean más los animalitos atropellados y muertos en calles, caminos y carreteras. Ultimamente se plantea un adiestramiento, que va siendo impartido en numerosas escuelas, conectando todas las facetas automovilísticas con la problemática cinológica.

Además de enseñar a cruzar las vías urbanas y carreteras a los perros, se les hace aprender a evitar caminos y autopistas, con la misma celeridad que los perros de pastor han asimilado estas lecciones, obligando a los rebaños a permanecer el menor tiempo posible sobre el peligroso asfalto.

Seguramente, más común y desde luego más actual es la vida del perro ciudadano en torno al automóvil. Los largos viajes de vacaciones, las salidas de fin de semana e incluso los desplazamientos diarios, son ya parte importantísima en la vida del can y exigen una serie de atenciones pocas veces seguidas, para la comodidad y seguridad de todos los ocupantes del automóvil. En muchos países está legislado en el código de la circulación dónde debe viajar el perro y las condiciones mínimas que ha de exigir ese habitáculo. Generalmente, el pasajero irracional debe ir alojado en la parte trasera (quinta puerta) de los automóviles tipo ranchera, separado del resto por una reja reglamentaria.

En otros modelos, dotados de amplio maletero trasero y para viajes cortos, pueden instalarse unos accesorios que permiten dejar el portón semiabierto, pero cerrado con llave, lo que asegura una circulación de aire suficiente. El piso de la parte destinada al animalito debe tapizarse con un alfombra de nudos adhesiva por la parte inferior, de forma que no pueda enrollarse, dejando que la chapa esté en contacto directo con las patas y evitando así que nuestro amigo se resbale y se maree. Aquellas personas que prefieran viajar físicamente junto a su perro, no deben permitir, bajo ningún concepto, que éste invada los asientos delanteros y han de bajar uno de los cristales de las ventanillas traseras para que el aire pueda penetrar, pero sin que exista suficiente espacio para que el animal pueda sacar la cabeza al exterior. Esta costumbre es peligrosísima y, sin embargo, muy extendida.

La habituación al viaje debe comenzar lo antes posible, mejor desde cachorro, para evitar los mareos del animal y sus probables y molesto vómitos. No obstante, algunos animalitos, seguramente mal instalados, sufren reiteradamente mareos en el automóvil. En estos casos debe acudirse a la consulta veterinaria, pero pueden paliar los efectos negativos con la administración de comprimidos antimareo para niños y estableciendo, en cuanto a dosificación, una sencilla regla de tres entre el peso de las personas y la dosis, y el equivalente óptimo para el perro. Hay que insistir en la importancia de administrar las dosis correctas, ya que los efectos de una sobremedicación pueden ser muy peligrosos para el organismo de los animalitos.

Si por las circunstancias que fueren, los perros han de pasar largas horas en el interior del automóvil, debe preverse la posición de aparcamientos para dejar el vehículo siempre a la sombra, y con una de las ventanillas entornada, permitiendo la entrada de aire. Un pequeño respiradero de 2 cm. de altura es suficiente en una o dos de las ventanillas. También debe preverse un recipiente para agua involcable, que permita apagar la sed de nuestro paciente y sufrido compañero.

Un importante capítulo correspondiente al perro en relación con los viajes es el dedicado al equipaje de tan singular acompañante. En las etapas superiores a veinticuatro horas, en las que, por tanto, hemos de dar de comer a nuestro amigo fuera de casa, tendremos la precaución de llevar con nosotros el comedero habitual y la colchoneta o cesta que hace las veces de cama. Procuraremos no alterar las horas habituales de comida y, a ser posible, intensificaremos los paseos. En playas, campings y otros lugares públicos deberemos someter la libertad del perro a los reglamentos de cada colectivo, procurando que no moleste a nuestros vecinos. Hay que comprender que muchas personas no sienten la misma simpatía que nosotros por los animales, y que pueden sentirse irritadas por el simple contacto o proximidad del perro. Siempre debemos llevar en el automóvil una correa y un bozal de repuesto, pues, en algunos casos, nos podemos ver obligado a utilizarlos. Muchos hoteles, restaurantes y bares no admiten perros y siempre es mejor prever esta contingencia y reservar plazas en los lugares elegidos y deseados, previa consulta de aceptación de nuestros amigos de cuatro patas.

El maletín del perro ha de constar de dos secciones fundamentales, la higiénica y la sanitaria. En la primera habremos de incluir todos los útiles cotidianos: cepillo, bastoncillos para las orejas, colonia bactericida, tijeras, pinzas y dos collares antiparasitarios sin estrenar. El botiquín de campaña debe llevar gasa, esparadrapo ancho, tablillas, tintura de iodo o solución de mercuro-cromo, agua oxigenada, algodón, pomada y comprimidos antiinflamatorios. Además es conveniente añadir pomada cicatrizante antibiótica, jarabe o pastillas astringentes de sulfamidas neomicina y los comprimidos antimareo correspondientes. Estas preocupaciones básicas nos permiten afrontar conscientemente unas vacaciones tranquilas y relativamente aseguradas que puedan convertirse en inolvidables gracias al concurso de las continuas sorpresas que ha de depararnos nuestro perro.

Última modificación: jueves, 7 de junio de 2018, 07:40