Las deliciosas papas


Cristóbal Colón las llevó de las Américas a España. De ahí pasaron a Italia, Francia y demás países. En un principio los europeos destinaron la papa a la alimentación de animales. Después de su divulgación, ha llegado a ser muy popular.

Su precio moderado, su fácil conservación, su elevado valor nutritivo y su gran variedad de usos son, entre otros factores positivos, los que han contribuido a esa popularidad.

Requieren de condiciones especiales para asegurar una buena conservación. Deben guardarse en un lugar lo más seco posible, entre 2 a 8 grados, en la oscuridad. La luz favorece la formación de brotes, los cuales se deben retirar cuidadosamente pues contienen una sustancia tóxica que es la solanina.

Si no se pueden cumplir estas condiciones, es preferible comprar las papas solamente en pequeñas cantidades.

Pueden clasificarse en diversas variedades, según su origen, la carne puede ser más o menos harinosa o de diferente color. La elección depende solamente de la utilización a la que se va a proceder. Así las papas nuevas, muy sabrosas pero más ricas en agua y menos harinosas, no se prestan bien para los purés o croquetas.

De todas maneras el frescor es un criterio que debe tener siempre en cuenta: los tubérculos deben ser duros, frescos sin brotes no partes verdes. La piel tiene que ser fina. Hay que rechazar todas las que no presentan características así como aquellas que han sufrido una helada, pues la pulpa con la cocción se volvería traslúcida y su sabor sería desagradable.
Última modificación: jueves, 7 de junio de 2018, 07:39