La Doctrina del Ser
Perfilado de sección
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La Naturaleza Inefable del Ser
Intentar definir o diseñar al Ser con los moldes limitados de la mente racional es una tarea imposible. El Ser no se ajusta a las categorías humanas ni puede ser capturado en una imagen estática. Podría compararse, metafóricamente, a un ejército de inocentes niños: cada uno de estos "niños" representa una faceta o virtud del Ser —como la voluntad, el amor, la sabiduría o la justicia—, y cada uno cumple funciones específicas dentro de la armoniosa totalidad que constituye nuestra esencia divina. Para el iniciado, el mayor anhelo es lograr la integración total de estas partes, unificarlas en una sola conciencia despierta y plena, en un acto de retorno a la unidad primordial con lo Divino.
Sin embargo, el Ser trasciende cualquier conceptualización intelectual. "La idea que cada uno de nosotros tenga sobre el Ser, jamás es el Ser; el concepto intelectivo que sobre el Ser hayamos elaborado, no es el Ser; la opinión sobre el Ser no es el Ser... El Ser es el Ser, y la razón de ser del Ser es el mismo Ser". Esta afirmación subraya una verdad fundamental: el Ser no es un objeto de estudio externo ni una abstracción filosófica, sino una realidad viva, dinámica y autoexistente que solo puede ser conocida a través de la experiencia directa. Cualquier intento de reducirlo a palabras o teorías resulta en una mera sombra de su verdadera naturaleza.
Los Obstáculos del Ego y la Creación Equivocada
El camino hacia el Ser se ve obstaculizado por las fuerzas del "Yo" psicológico, esa creación adulterada que habita en cada uno de nosotros. "El deseo, la fornicación, el querer resaltar como Ego, origina el descalabro y el desorden, produce una obra adulterada que incuestionablemente queda fuera del ámbito de lo Divinal". El Ego, compuesto por defectos como la lujuria, el orgullo, la envidia o la ira, distorsiona nuestra conexión con lo sagrado. Aunque en esta "obra adulterada" permanece atrapada la Esencia —el Buddhata, esa chispa pura de conciencia que es nuestro verdadero potencial—, esta se encuentra sepultada bajo las capas del "Mí Mismo", incapaz de manifestarse plenamente mientras el Ego domine.
El Gnosticismo auténtico surge como una respuesta a esta situación. "El Gnóstico auténtico quiere un cambio definitivo y siente íntimamente los secretos impulsos del Ser; de aquí su angustia, rechazo, y embarazo ante los diversos elementos inhumanos que constituyen el Yo". Esta angustia no es un simple malestar, sino un llamado interior, una señal del Ser que empuja al iniciado a enfrentar y disolver esos elementos inhumanos —los agregados psicológicos— que lo separan de su esencia. "Quien anhela perderse en el Ser, carga la condena y el espanto ante los diversos elementos inhumanos que constituyen el Yo". Este "espanto" refleja el horror de reconocerse fragmentado, dividido entre la luz del Ser y las sombras del Ego, pero también es el primer paso hacia la liberación.
La Muerte del Ego y el Nacimiento del Ser
La transformación radical que propone la Gnosis requiere un proceso de muerte y renacimiento. "Si el grano no muere, la planta no nace; cuando la muerte es absoluta, eso que ha de nacer es también absoluto". Esta metáfora, tomada de las tradiciones místicas universales, señala que la disolución total del Ego es la condición indispensable para que el Ser emerja en toda su plenitud. No se trata de una muerte física, sino de una muerte psicológica: la eliminación de los defectos, deseos y apegos que conforman nuestra falsa identidad. "Cada uno de nosotros lleva en su interior una creación equivocada; es indispensable destruir lo falso para que surja en verdad una creación nueva". Esta "creación equivocada" es el resultado de siglos de condicionamiento, hábitos y errores que han forjado una personalidad ilusoria. Destruirla no es un acto de violencia, sino de purificación, un trabajo consciente que abre las puertas a una nueva realidad interior.
Samael Aun Weor, en su obra La Doctrina Secreta de Anahuak, enfatiza que este proceso trasciende los límites del racionalismo subjetivo. "Incuestionablemente, el conocimiento gnóstico escapa siempre a los normales análisis del racionalismo subjetivo". La mente intelectual, con sus esquemas y prejuicios, no puede abarcar la inmensidad del Ser. El correlato de este conocimiento es "la intimidad infinita de cada persona", un espacio sagrado donde el Ser se revela a sí mismo.
El Auto-Conocimiento como Camino
"La razón de ser del Ser es el mismo Ser; sólo el Ser puede conocerse a sí mismo; el Ser, por lo tanto, se auto-conoce en la Gnosis". Esta declaración encapsula el propósito último de la doctrina gnóstica: el autoconocimiento. No se trata de acumular teorías ni de aceptar creencias externas, sino de un movimiento supra-racional que depende exclusivamente del Ser. "El Auto-Conocimiento del Ser es un movimiento supra-racional, que depende de ÉL, que nada tiene que ver con el intelectualismo". Este proceso implica la autoobservación constante, la meditación profunda y la eliminación de los obstáculos internos, permitiendo que el Ser se manifieste sin intermediarios.
El camino del autoconocimiento es, por tanto, un viaje interior que trasciende las palabras y las formas. Es el Ser reconociéndose en su propia luz, liberándose de las cadenas del Ego y recuperando su estado original de plenitud. En este sentido, la Gnosis no ofrece respuestas prefabricadas, sino herramientas prácticas —como la meditación, la transmutación de las energías y el trabajo sobre los defectos— para que cada individuo descubra por sí mismo la verdad de su existencia.
Relevancia y Trascendencia
"La Doctrina del Ser" no es una filosofía abstracta ni un ejercicio teórico; es una guía viva para la transformación del ser humano. En un mundo dominado por el materialismo y la superficialidad, esta enseñanza resuena como un llamado urgente a despertar, a destruir lo falso y a permitir que lo auténtico florezca. El iniciado que abraza esta doctrina no solo busca su propia liberación, sino que contribuye a la regeneración de la humanidad al encarnar los valores del Ser: armonía, conciencia y amor trascendental.